Vestirse de torero: Juan Romero Campos
Llegó el día señalado y soñado por Juan Romero Campos, el día de su presentación vestido de luces en el coso califal. Y en un día tan señalado para él tuvimos la oportunidad de estar presentes en la realización de un rito como es el de vestirse de torero.
Dos horas antes del inicio del festejo comienza el ritual. El mozo de espadas avisa que ya es la hora. Es el momento también en el que amigos y compañeros pasan brevemente por la habitación del hotel para estrechar la mano del torero y desearle suerte.
Las conversaciones ahora se tornan más serias y los rostros se transforman en semblantes cargados de responsabilidad pero no faltos de ilusiones.
La silla, un ritual más de los muchos que hay en los entresijos taurinos. Todo tiene su sitio, su orden, su colocación y siempre acariciadas las prendas con mimo por las manos expertas del mozo de espadas. Es el que mejor conoce los gustos, las costumbres y las manías, a veces rarezas, de su matador. Por eso la complicidad de un torero con su hombre de confianza es total, no hacen falta palabras, con solo una mirada, y a veces hasta ni eso, para que el mozo de espadas sepa lo que quiere o necesita su torero.
La colocación del tornillo que luego sujetará la castañeta es muy importante. La tensión justa para que ni apriente y moleste, ni que esté floja y ande moviéndose suelta. La castañeta es un adorno que hoy se usa tan solo como un complemento de lo que antaño sí era un elemento identificativo de todo torero: la coleta.
Otros profesionales y personas de confianza son los únicos que normalmente comparten estos momentos con el torero. Expertos consejos de última hora y frases de ánimo son bien recibidas en estos momentos en los que la tensión y la responsabilidad van en aumento al igual que avanzan las manecillas reloj. Una mirada de reojo a través del ventanal para comprobar el viento, el gran enemigo de los toreros, que aunque aunque esté ondeando las banderas siempre hay una frase de esperanza que dice: ya verás, se va a quedar una tarde estupenda...
La medias, una prensa más de las que componen el vestido de torear, deben quedar ajustadas, estiradas, bien sujetas para que no se aflojen durante la lidia.
Juan Romero Campos observa desenvolverse a Manuel Lara "Larita" en la labor que sólo el mozo de espadas ha de realizar, vestir con calma pero con prestancia y diligencia a su matador.
Dos horas antes del inicio del festejo comienza el ritual. El mozo de espadas avisa que ya es la hora. Es el momento también en el que amigos y compañeros pasan brevemente por la habitación del hotel para estrechar la mano del torero y desearle suerte.
Las conversaciones ahora se tornan más serias y los rostros se transforman en semblantes cargados de responsabilidad pero no faltos de ilusiones.
La silla, un ritual más de los muchos que hay en los entresijos taurinos. Todo tiene su sitio, su orden, su colocación y siempre acariciadas las prendas con mimo por las manos expertas del mozo de espadas. Es el que mejor conoce los gustos, las costumbres y las manías, a veces rarezas, de su matador. Por eso la complicidad de un torero con su hombre de confianza es total, no hacen falta palabras, con solo una mirada, y a veces hasta ni eso, para que el mozo de espadas sepa lo que quiere o necesita su torero.
La colocación del tornillo que luego sujetará la castañeta es muy importante. La tensión justa para que ni apriente y moleste, ni que esté floja y ande moviéndose suelta. La castañeta es un adorno que hoy se usa tan solo como un complemento de lo que antaño sí era un elemento identificativo de todo torero: la coleta.
Otros profesionales y personas de confianza son los únicos que normalmente comparten estos momentos con el torero. Expertos consejos de última hora y frases de ánimo son bien recibidas en estos momentos en los que la tensión y la responsabilidad van en aumento al igual que avanzan las manecillas reloj. Una mirada de reojo a través del ventanal para comprobar el viento, el gran enemigo de los toreros, que aunque aunque esté ondeando las banderas siempre hay una frase de esperanza que dice: ya verás, se va a quedar una tarde estupenda...
La medias, una prensa más de las que componen el vestido de torear, deben quedar ajustadas, estiradas, bien sujetas para que no se aflojen durante la lidia.
Juan Romero Campos observa desenvolverse a Manuel Lara "Larita" en la labor que sólo el mozo de espadas ha de realizar, vestir con calma pero con prestancia y diligencia a su matador.
Encima de un escritorio unos machos de otro "vestío", amuleto o talismán del torero que nadie se atreve a tocar ni a preguntar para respetar la creencia o la "manía" de quien lo puso ahí. El mundo del toro está lleno de respetos y es otra de las muchas cosas que lo diferencian o lo distinguen.
Anudar los machos y abotonar es de los procesos más bonitos de ver cuando se viste un torero. Para hacerlo se necesita tacto y maña.
Las zapatillas pulcras y el lazo bien anudado para que nunca pueda deshacerse.
Serenidad en el rostro y mirada perdida. Intimidad y pensamientos secretos de quien se viste de luces.
Últimos ajustes y retoques y ya está el torero terminado de vestir.
Una última mirada al exterior. Todo parece en calma, quizás no tanto el interior. Ahora se queda sólo el torero unos instantes en los que se entrega a sus oraciones frente a su capilla con estampas de Cristos, Vírgenes y Santos de su devoción.
Magnifico reportaje Maestro. Son momentos que son miy bonitos y es un privilegio poder verlos a traves de tus ojos que nos lo acercan. FELICIDADES.
ResponderEliminarMuchas gracias David. Tu felicitación tiene el valor añadido de un fotógrafo.
EliminarPrecioso Rafael. Mi enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias Manuel. Me alegro de que te haya gustado.
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